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Alimentación y Enfermedad

ENFERMEDADES Y ALIMENTACIÓN

Una alimentación correcta, variada y completa, es decir, una dieta equilibrada permite, por un lado, que nuestro cuerpo funcione con normalidad (que cubra nuestras necesidades biológicas básicas) y por otro, previene o al menos reduce el riesgo de padecer ciertas alteraciones o enfermedades a corto, medio y largo plazo.

Los expertos recomiendan seguir una dieta sana, variada y equilibrada como la mejor manera de prevenir ciertas enfermedades. En la sociedad actual, los desequilibrios y desajustes alimentarios están relacionados con la aparición de un gran número de enfermedades.

El nivel de salud está condicionado fundamentalmente por factores genéticos y ambientales, en donde la variable externa más importante es la alimentación. En nuestra sociedad los desajustes alimentarios son la principal causa del desarrollo precoz de la mayor parte de las enfermedades crónicas o degenerativas (cáncer, arteriosclerosis, diabetes, obesidad, hipertensión, dislipemias, anemias, etc).

En cuanto a la alimentación y la nutrición humana en nuestro medio hemos podido contemplar en este siglo el tránsito desde la penuria y el hambre hasta la aparición de las denominadas “enfermedades de la civilización” o, más bien, enfermedades del exceso. Sin embargo, no es extraño que los profesionales y responsables sanitarios olviden los importantes problemas sanitarios que plantean en nuestro medio determinados hábitos alimentarios y de consumo.

Estudios epidemiológicos y clínicos indican que la dieta influye sobre el desarrollo de una amplia serie de enfermedades orgánicas. La mayoría de las enfermedades orgánicas en las que los factores nutricionales juegan un importante papel, tienen determinantes genéticos y ambientales. Las modificaciones dietéticas pueden reducir el riesgo.

ENFERMEDADES CARDIOVASCULARES

Las enfermedades cardiovasculares representan la primera causa de muerte y de enfermedad de nuestro país. Se calcula además que la incidencia de esta patología podría incrementarse hasta un 20% en los próximos 20 años, por lo que la prevención cardiovascular se presenta como el gran desafío de los especialistas.

La dieta y, especialmente, su contenido en grasa pueden influir sobre los factores de riesgo cardiovascular y sobre los mecanismos que contribuyen al juicio y al desarrollo de la placa de ateroma y de la enfermedad cardiovascular (ECV). A diferencia de otros factores como los genéticos, que también determinan la aparición de esta enfermedad, tenemos la posibilidad de modificar la dieta como, una medida preventiva o, más exactamente, como una manera de retrasar la aparición de la enfermedad.

Los niveles altos de colesterol se relacionan con un mayor riesgo de padecer aterosclerosis y otras enfermedades cardiovasculares. La principal forma de enfermedad cardiaca en los países occidentales es la arteroesclerosis. En este trastorno, los depósitos de material lipídico denominados placas, formados por colesterol y grasas, se depositan sobre la pared interna de las arterias coronarias. El estrechamiento gradual de las arterias a lo largo de la vida restringe el flujo de sangre al músculo cardiaco.

Las enfermedades cardiovasculares constituyen una de las principales causas de muerte y enfermedad en el mundo junto con el cáncer. Van estrechamente unidas al envejecimiento de la población de los países desarrollados

En esta prevención la forma de alimentarse es fundamental, ya que la base de gran parte de estos procesos es la arteriosclerosis: formación de placas de ateroma en el interior de las arterias que pueden ocluirlas y dar lugar a un infarto de miocardio o a un accidente cerebrovascular. En el desarrollo de la arteriosclerosis, el colesterol y otros elementos de la dieta son fundamentales. De ahí la necesidad de hacer una dieta que llamamos cardiosaludable, que puede ser igual o más sabrosa que otras, pero que evitará el daño a nuestro sistema cardiovascular. Esta forma de alimentación deberá evitar las grasas animales y algunas vegetales, contener frutas, verduras, hortalizas, pescados, aceite de oliva, etc. es decir, nuestra tradicional dieta mediterránea.

CÁNCER

Según las estadísticas, en España mueren anualmente 90.000 personas a causa de cáncer, situando a esta enfermedad como la segunda causa más importante de mortalidad en nuestro país, únicamente superada por las enfermedades cardiovasculares. Investigaciones científicas señalan que el 80% de los tumores malignos se deben a causas ambientales y de hábitos de vida incorrectos, y por tanto, potencialmente evitables.

Diversos estudios epidemiológicos determinan cómo los hábitos de vida, y en particular el tipo de alimentación, condiciona en buena medida la aparición o no de determinados tumores cancerígenos.

En los países industrializados el cáncer causa el 25% de las muertes y se considera que el 40% de los cánceres en hombres y el 60% de las mujeres, pueden ser atribuidos a la dieta.

Los cánceres de mama, colon y próstata son más frecuentes en los países desarrollados. El riesgo de su aparición se ha relacionado fundamentalmente con el consumo de grasa saturada y con el consumo de carne y derivados. Las dietas ricas en frutas frescas y vegetales (fundamentalmente vegetales crudos) son protectoras contra diversas neoplasias de origen epitelial, principalmente las del tracto respiratorio superior y los digestivos.

La dieta es uno de los factores que puede afectar al riesgo de contraer cáncer y es uno de los riesgos que nosotros podemos controlar. Es importante realizar una dieta baja en grasas y alta en cereales, frutas y vegetales con fibra.

DIABETES MELLITUS TIPO 2

La diabetes mellitus tipo 2, o no insulinodependiente, constituye el subtipo más frecuente de diabetes (aproximadamente el 80% de todos los casos) y su prevalencia oscila entre el 3 y el 5% de la población. En los países en vía de desarrollo se está observando un incremento notable de la prevalencia de este tipo de diabetes, coincidiendo con la rápida modernización y los nuevos estilos de vida.

La relación dieta/diabetes va más allá de la influencia en su aparición, porque una vez contraída la enfermedad, su evolución también se ve condicionada por los hábitos alimentarios.

OBESIDAD

La obesidad representa actualmente un problema de salud en los países desarrollados, o incluso en determinados colectivos de países que están en vías de desarrollo o, en lo que se ha dado en llamar, de economía transicional. En Europa la obesidad afecta entre el 10 y el 40% de los adultos. Se calcula que hay unos 300 millones de obesos en todo el mundo.

La obesidad, independientemente de factores genéticos, se produce como consecuencia de una ingesta calórica excesiva y de inactividad física. La variedad alimentaria así como la alta densidad energética de los alimentos de que hoy disponemos, hacen que la alimentación actual sea hipercalórica, lo que junto al gran sedentarismo de nuestra sociedad facilita enormemente el acúmulo de grasa.

La obesidad es un factor de riesgo importante para la diabetes, la hipertensión arterial, la enfermedad coronaria, la enfermedad cerebrovascular, las enfermedades de la vesícula biliar, gota, artrosis y algunos tipos de cánceres.

OSTEOPOROSIS

La desmineralización ósea u osteoporosis provoca que el hueso sea más susceptible a fracturarse. Esta enfermedad aumenta con la edad, especialmente en mujeres tras la menopausia. Probablemente, el hecho de no haber adquirido una adecuada “masa ósea” en la adolescencia (por ingestas de calcio deficitarias) favorece la osteoporosis a partir de los 40 años. Los factores relacionados con el desarrollo de la osteoporosis son: ingesta de calcio y fosfatos, aporte de vitamina D (a través de la dieta o mediante la exposición solar), consumo de proteínas y de sodio y balance calórico total.

La mejor prevención de la osteoporosis y sus consecuencias es la ingesta óptima de calcio (1200 mg/día) y el ejercicio físico durante la edad juvenil.

Quienes las sufren tienen en común un problema de base psicológico (baja autoestima, inseguridad, ansiedad…), lo que se ve acompañado de una preocupación excesiva por la comida, el peso y la figura. No obstante, su origen es multicausal y existen marcadas diferencias entre ambos trastornos. La anorexia nerviosa no sólo consiste en no comer por miedo a engordar, es no gustarse a uno mismo, no aceptarse como persona, querer ser él o la mejor. El grupo más vulnerable lo constituye el colectivo de adolescentes, aunque también hay casos en personas adultas.

Existe un deseo desmedido de adelgazar acompañado de un intenso miedo a engordar por lo que se come muy poco o se siguen dietas muy severas. Se asocia la delgadez a la búsqueda de la perfección y de la felicidad -“cuando llegue al kilo “X” seré más feliz y desaparecerán todos mis problemas”.

Cuando la enfermedad ya está avanzada se produce distorsión de la imagen corporal, la persona se ve gorda aunque realmente no sea cierto, y por otro lado, lo que comen, les parece que es mucho más de lo que comen los demás. Frecuentemente son personas muy activas y que realizan mucho ejercicio, eso sí, con el único fin de quemar calorías. El peso puede llegar a ser bajo o muy bajo. A veces los periodos de semiayuno y ejercicio fuera de límites racionales se entremezclan con periodos de ‘atracones’, generalmente seguidos de vómitos autoinducidos, y/o se emplean productos adelgazantes, laxantes y diuréticos, o se hace ejercicio excesivo, lo que conduce a un gran deterioro físico y orgánico.

DESDE EL PUNTO DE VISTA PSICOLÓGICO

Generalmente se trata de personas introvertidas que tienden a aislarse del resto. El centro de sus pensamientos suele ser “tengo que adelgazar y estudiar o trabajar mucho para ser él o la mejor y tener un cuerpo perfecto”-. Sienten que no se les quiere, que la gente les mira y se burlan, o que no se les hace caso, cuando en realidad son ellas las que rechazan la ayuda.

La bulimia nerviosa suele afectar a personas inseguras, que no se sienten satisfechas consigo mismas y que se obsesionan por la comida y por el peso corporal. No se la debe confundir con periodos en los que a veces muchas personas asocian sentimientos con la comida – ansiedad -aumento del apetito, tristeza -pérdida de apetito -…

La enfermedad se caracteriza por la conducta de comer grandes cantidades de alimentos en un espacio corto de tiempo (atracones), seguida casi siempre de mecanismos compensatorios: vómitos o purgas e hiperactividad, con intensos sentimientos de culpabilidad y autodesprecio, un círculo vicioso difícil de cortar, pero no imposible.

Pueden desencadenarse por diferentes motivos pero destacan entre ellos los estados emocionales adversos, las dificultades en las relaciones y la sensación de hambre debida a las restricciones en la alimentación practicadas durante el día. La edad de inicio suele ser más tardía que en la anorexia. Los atracones y vómitos se producen a escondidas. Es común el uso de laxantes, diuréticos y productos adelgazantes.

A diferencia de la anorexia, el aspecto de las personas afectadas suele ser saludable; peso normal o incluso sobrepeso, difícil de detectar exteriormente. Se padece un fuerte temor a no poder parar de comer de forma voluntaria y se muestra una muy escasa capacidad para controlar los impulsos, lo que a veces ocasiona problemas con el alcohol, las drogas y en la conducta sexual. Cambia el carácter; surgen periodos de depresión, sentimientos de vacío interno…

¿CÓMO COLABORAR EN LA PREVENCIÓN DE ESTAS ENFERMEDADES?

Es preciso que intervengan conjuntamente la propia familia, los centros docentes, instituciones oficiales y los medios de información.

Con respecto a la población general, es fundamental tomar conciencia del relativismo de los cánones de belleza -la belleza no da la felicidad-, del peligro que entraña realizar dietas sin control profesional, de la obsesión por el peso y la figura (cada persona es diferente). De ahí la importancia de tener unos buenos valores humanos que son lo realmente importante, y así mismo, intentar mantener unos adecuados hábitos de alimentación en casa.

¿QUÉ TRATAMIENTO ES EL MÁS ADECUADO EN LOS TCA?

Depende de la gravedad y del estadio de la enfermedad, pero cuanto antes se detectan, mejor pronóstico tienen. Puesto que el origen es multicausal, la terapia debe incluir medidas encaminadas a resolver las posibles complicaciones orgánicas, un plan de recuperación de peso en caso necesario y de reestructuración de hábitos dietéticos, psicoterapia personal y/o familiar, y en algunos casos, tratamiento farmacológico. La terapia puede ser ambulatoria, o si la enfermedad está muy avanzada y necesita intervención drástica, hospitalario.

En caso de intuir que se está desarrollando la enfermedad, acudir al médico para que nos oriente y proponga un tratamiento y establecer contacto con asociaciones de TCA y/o grupos de autoayuda. Gracias a los grupos; los familiares y también las personas afectadas, asumen mejor el problema, toman mayor conciencia de que se trata de una enfermedad, comprueban que no están solas, se sienten más comprendidas y arropadas, comparten sus logros y ayudan con ello a otras personas que están pasando por la misma situación, lo que da gran satisfacción personal.

Desde el punto de vista dietético y nutricional, se explicará la importancia de llevar a cabo una alimentación variada y completa, tomando diariamente la cantidad suficiente de alimentos básicos, necesarios para el buen funcionamiento de nuestro organismo.

– Variar al máximo la alimentación, incluyendo alimentos de todos los grupos básicos.

– Distribuir la alimentación en tres comidas principales (desayuno, comida y cena) e incluir alguna colación a media mañana o como merienda y no saltarse ninguna.

– Respetar los horarios de comidas de un día para otro.

– Comer poco a poco, masticar bien, en ambiente relajado y sin interferencias (TV, radio, etc.), y a ser posible en compañía de amistades o familia (comida y cena).

– Hacer de las principales comidas un momento de encuentro y convivencia agradable.

– Incluir cada día lácteos (0,5 litros de leche y/o derivados), cereales y patata, verduras (a ser posible una cruda en forma de ensalada) y frutas (2 piezas mínimo, tratando de que una de ellas sea cítrica o rica en vitamina C); a la semana, igual frecuencia de pescado que carne, no más de 6 huevos y arroz – pasta – legumbre, 2 ó 3 veces por semana.

– Otros alimentos como embutidos, dulces, bollería y repostería, snacks dulces o salados, bebidas azucaradas, etc., se recomienda consumir ocasionalmente o en pequeñas cantidades.

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